La tecnología emergente es invisible y ubicua. Es quizá la mayor revolución de lo que se ha visto esta semana en el gran evento mundial relacionado con tecnologías electrónicas y de comunicación: el Mobile World Congress MWC.
Al pensar qué se puede encontrar y comentar de una feria de telefonía móvil, lo esperable tendría que ver con los terminales smartphones y las tabletas más avanzadas: tamaño de las pantallas, su luminosidad y flexibilidad, la potencia y velocidad de los procesadores, conectividad 4G de última generación, cámaras incorporadas, sistemas operativos, orientados a todo tipo de mercados con diverso poder adquisitivo.
Y en efecto, mucho de todo eso ha sido presentado por los pequeños, medianos y grandes fabricantes procedentes de los cinco continentes.
También se han visto muchos nuevos “gadgets” (accesorios) de tecnología “ponible” (“wearable”) tales como pulseras, relojes, camisetas con sensores y gafas. De este tema me remito a lo que escribí en estas páginas hace unas semanas (el artículo “Qué tecno me pongo” se puede leer en la dirección web j.mp/tecnopon).
Sin embargo, lo que más me llama la atención de la nueva oleada tecnológica es lo invisible, algo que no se ve y que está por todas partes.
Me refiero al asombro que produce la combinación de tecnologías ubicuas y la información que éstas generan, cuando se analiza con herramientas la correlación estadística de datos procedentes del tráfico de accesos a las webs y las aplicaciones móviles. Este análisis se potencia con el uso de ordenadores de inteligencia artificial.
Los datos se recogen con sensores en objetos, coches, máquinas e instalaciones y se trasmiten a redes de comunicación que recopilan todo tipo de datos, lo que se viene llamando “Internet de las cosas”.
Análisis de “big data”: un ejemplo
Imaginemos que se recopila de forma anónima los movimientos de todos los teléfonos móviles por las calles de una ciudad
durante varios meses y se analiza después para encontrar patrones de comportamiento en los movimientos de los dispositivos en relación a horarios, aglomeraciones, itinerarios o velocidad de desplazamiento.
En el MWC se presentó una demostración del uso de este tipo de datos en la ciudad de San Francisco. El análisis permitía deducir con precisión qué cruces de calles o qué tramos de autovías eran los más propensos a accidentes, además de predecir en qué horarios y circunstancias ocurren (por ejemplo en días festivos o por la presencia o no de bares).
Pero no sólo es una demostración. Este tipo de análisis se ha utilizado ya en estudios para remodelación de las líneas de autobuses de Estambul, por ejemplo. Y ya se han publicado trabajos en el ámbito de la investigación de la nueva geografía de las ciudades.
No obstante, el salto cualitativo está surgiendo cuando se analizan datos como esos junto a otros parámetros como los consumos eléctricos, el tráfico en webs de Internet y los datos meteorológicos. Y, si además esos análisis se aderezan con datos recopilados en tiempo real, el resultado es que se pueden predecir comportamientos de poblaciones y de grupos de personas con mucha precisión.
No hay que asustarse (o háganlo si lo desean) porque no se trata de un Gran Hermano (“Big brother”) que actúa de forma descontrolada.
Afortunadamente estos procesos no están únicamente en manos de unos pocos poderosos o de malvados, hay entidades y personas que ejercen un control y que continuamente denuncian posibles abusos reales o potenciales.
Esta oleada tecnológica tiene muchas cosas positivas: un buen uso, por ejemplo, es la predicción y detección temprana de epidemias.
Ante estos nuevos usos de los datos, conviene, desde luego exigir transparencia y auditabilidad y que se aumente la divulgación de estas capacidades entre los garantes de la privacidad y el derecho: jueces, policía, organismos de control.
También quisiera invitar a quienes tengan responsabilidades empresariales o de entidades públicas a que aprovechen estas tecnologías para mejorar las empresas y para proveer mejores servicios públicos.
Ubicua y accesible
Imaginemos que tenemos en nuestro bolsillo, o incluso con una conexión íntima y directa a nuestra retina y a nuestro oído, toda la sabiduría de la computación cognitiva que ha sido capaz de vencer a los maestros del ajedrez o la que ganó en un famoso concurso de televisivo de preguntas rápidas. Este sistema se llama Watson.
Y que podemos consultar esa potencia de conocimiento con un lenguaje natural, en cualquier idioma, y que podemos obtener una respuesta en microsegundos, siendo el sistema capaz de adivinar lo que necesitamos aunque formulemos una pregunta incompleta.
Pues la empresa IBM ha puesto al alcance de los desarrolladores de programas para smartphones esta tecnología, convocando un concurso para premiar a los que desarrollen las aplicaciones que mejor aprovechen con un móvil la potencia de su sistema Watson.
Se trata de convertir un futurible en algo real.
Esto es un claro indicativo de hacia dónde se mueve el mundo tecnológico. Un salto cualitativo en la disponibilidad inmediata y ubicua de todo el conocimiento aplicado de la forma más precisa para cada situación.
Complejísimos cálculos y análisis que hasta hace poco solo estaban al alcance de grandes corporaciones y con tiempos de respuesta largos, pronto lo estarán para profesionales y empresas de todos los tamaños.
Es fundamental entender estas tendencias y así estar preparado para poder aprovechar la potencia de las máquinas y sistemas.
Quien intente competir con la máquina en tareas repetitivas de cálculo o de análisis masivo está abocado al fracaso. Quien sepa aprovechar esa potencia a su favor, aportando el trato personal y la creatividad humana, será feliz y triunfará.
.-.-.
Artículo publicado en Las Provincias el domingo 2 marzo 2014

Me gusta esto:
Me gusta Cargando...