Abundan aún personas que piensan que lo único bueno, lo serio y lo que verdaderamente importa, está escrito únicamente en libros.
Hay quien sostiene que lo fiable, lo más serio, es enviar una carta en papel con membrete de imprenta y como mucho admite, en un alarde de modernidad, el envío de un fax. ¡Oh! Siento no estar de acuerdo, y mi opinión está recogida en “El fax es culpable”, publicado en estas páginas y que puede encontrarse en la web j.mp/faxculpa
Pero hoy me gustaría hacer autocrítica, hoy deseo reflexionar sobre el mal uso ocasional de tecnologías de las “infotelecos” por personas que las utilizan con poco rigor y seriedad, algo que, para mi pesar, aporta argumentos a mis queridos adversarios analógicos.
Recordemos que los usuarios de Internet ya son mayoritarios (el 53% de los españoles accede todos los días) y que entre los usuarios de móvil (casi todos los jóvenes y adultos) ya hay un 66% con acceso a Internet en movilidad (con smartphone) y por ello son usuarios potenciales de mensajerías tipo Whatsapp o de correos con el móvil. Estas cifras de uso de smartphone nos sitúan en el liderazgo de Europa.
¿Nos ha traído a los españoles toda esta explosión de tecnología comunicativa en los bolsillos una comunicación más eficiente? La respuesta no es rotundamente positiva, la mejora no está siendo todo lo buena que cabría esperar.
El disponer de la última tecnología no nos vuelve serios y fiables. Es cierto, el hábito no hace al monje.
Quiero desde estas líneas poner mi granito de arena para que, ya que tenemos la ventaja competitiva en España del alto uso de smartphones, la aprovechemos mejor, a favor de nuestra vida profesional y personal.
Problemas: mezcla, saturación y trivialización
Sufrimos una sobreabundancia de canales de comunicación. En ellos se están mezclando los temas personales con profesionales, los informativos con los que requieren acción, los de ocio con los que están ligados al negocio.
Oímos a mucha gente que dice estar esclava de su correo electrónico y que le quita mucho tiempo de trabajo.
Los mensajes cortos con el móvil, que hasta hace bien poco se limitaban a unos pocos al día, se han multiplicado con los sistemas de mensajería gratuita (tipo Whatsapp, Line, Viber, o los mensajes directos en redes sociales).
Una “conversación” que puede comenzar con un medio, por ejemplo vía email, sigue a continuación en un debate de un grupo en una red social y más tarde se entrecruza con mensajes cortos privados, o incluso con mensajes públicos en redes como Twitter.
La extremada facilidad de escribir algo con el móvil y enviarlo a una o muchas personas provoca a menudo precipitación y es causa de imprecisiones e ineficiencias.
La sobreabundancia de mensajes y estímulos nos distrae y provoca que hagamos lecturas apresuradas o poco serias, sin reflexión, sin enterarnos de lo que leemos.
Hay disparidad de apreciaciones sobre el valor de los distintos canales de comunicación: yo considero que esta nueva forma de comunicación es una pieza clave en la era del conocimiento, pero otros lo llaman “maquinitas” y “pantallitas”, síntoma del poco aprecio que algunas personas tienen hacia lo relacionado con las telecomunicaciones e informática, que les lleva a hacer una descalificación global de todo lo que reciban por esas vías.
Soluciones: orden, releer antes de enviar
Para comunicar bien hay que estar atento, tanto para hablar y escuchar, como para escribir y leer. Los interlocutores deben cuidarse de conectarse a través de un medio que ambos admitan, y de hablar o escribir en la misma “sintonía”, para que los mensajes se reciban y se entiendan.
Yo aconsejo orden mental: evitar la multitarea en dos asuntos que requieran atención, respetar los tiempos de puesta a punto, de “sintonización” de nuestra mente en cada asunto.
Recomiendo orden temático. Evitemos por ejemplo enviar correos electrónicos con muchos temas mezclados o con frases en el campo del asunto que no tengan nada que ver.
Sugiero orden en uso de los canales y los formatos: para intercambios rápidos y muy interactivos de temas muy concretos, la mensajería corta es adecuada. Utilice el email para comunicaciones más elaboradas. Minimice las respuestas encadenadas de correos que tratan muchos temas. Cuando el asunto sea importante redacte su comunicación en un fichero adjunto, con estructura bien cuidada y envíelo incluso como fichero protegido de cambios (en PDF o usando la opción de protección en su procesador de textos).
Sea preciso, y, en los datos importantes sea incluso redundante, como por ejemplo para una cita: “veámonos el miércoles 9 de octubre a las siete de la tarde en la calle de la Paz esquina con Comedias junto a tal edificio”. Y conteste confirmando que ha entendido y repitiendo los datos clave, por ejemplo: “acepto su oferta de servicios por 500 Euros más IVA para comenzar el 1 de noviembre”.
Ayude a los que comunican de forma imprecisa a que corrijan y aclaren sus comunicaciones. Va a necesitar cortesía y perseverancia.
Del mismo modo que va a necesitar paciencia, cortesía y perseverancia para educar y aconsejar a los más jóvenes y adolescentes, que, aunque parecen más capaces de atender en modo multitarea, están sufriendo muchos de los problemas que señalo. Y no solo en España, según vengo comprobando. Anímeles con ejemplos de su vida cotidiana a comprender los inconvenientes que pueden sufrir derivados de una comunicación imprecisa (citas fallidas, malentendidos…)
Mi último consejo es que lea, relea todo lo que va a enviar pensando en el estado mental y el nivel de comprensión de sus destinatarios. Una relectura a tiempo ahorra muchos disgustos.
.-.-.-.
Actualización: conversación sobre esta misma temática en Radio Nou el 2 octubre 2013
.-.-.-.
Artículo publicado en Las Provincias el sábado 28 septiembre 2013