Ingeniería es cultura

La ingeniería, la tecnología y la ciencia son cultura. Hace pocos siglos nadie lo dudaba. En los últimos tiempos la cultura parece estar siendo monopolizada por las artes y las humanidades.

No siempre fue así. Sin remontarnos a los egipcios, griegos y persas, tiempos en los que hay nutridos ejemplos, podemos referirnos a ingenieros de la edad moderna de nuestra civilización. Baste mencionar por ejemplo a Leonardo Da Vinci y Miguel Angel, polivalentes artistas y también brillantes ingenieros y arquitectos.

En España en 1582 Felipe II, por iniciativa de Juan de Herrera, creó la ‘Academia Real Mathematica’ destinada a integrar a los más destacados geógrafos, astrónomos, arquitectos, ingenieros, especialistas militares y otros hombres notables, en orden a buscar la aplicación práctica de sus conocimientos al servicio de la Corona.

El diccionario de la Real Academia Española (DRAE) define cultura en su tercera acepción como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

El problema radica en que cuando se olvida la amplitud de esa definición, se corre el peligro de perderse también la segunda acepción de cultura en el DRAE: «conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico». Si nos falta un aspecto de la cultura no podemos desarrollar un juicio crítico completo.

No es un problema menor. Nuestra sociedad anda escasa de cultura tecnológica y más concretamente de ‘cultura de ingeniería’....

Abundan entre nuestros dirigentes los titulados especialistas en leyes y en economía. Faltan ingenieros en la gestión de la sociedad.

Necesitamos también dirigentes que entiendan bien la tecnología y la ingeniería. Hay ejemplos excepcionales como el gran visionario Steve Jobs que condujo a brillantes ingenieros para crear productos prodigiosos.

Un referente histórico en España lo tenemos en D. José de Echegaray, varias veces ministro, diputado y senador, y de profesión ingeniero de caminos. Recibió el premio Nobel de Literatura y fue uno de los principales contribuyentes a los fondos de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que se había creado en 1847.

Otros ejemplos cercanos de ingeniería valiosa los tenemos en las modernas infraestructuras, o la aeronáutica, la energía, la mecánica, el aprovechamiento agrícola sostenible y las redes de telecomunicación.

En los tiempos actuales sólo nos acordamos de la ingeniería cuando algo falla: una estructura que se hunde, un apagón eléctrico o un avión que falla son noticia de primera plana. Esta pasada semana otro ejemplo de desastre ha sido el que millones de usuarios de los teléfonos avanzados Blackberry (smartphones) han sufrido la interrupción de sus servicios de Internet y email por problemas que aún están por clarificar. Todo apunta a que un fallo en un servidor central que almacena y encamina los mensajes encriptados de ese sistema Blackberry provocó una sobrecarga en cadena agravada por un diseño obsoleto en la ingeniería de esa red.

Los ingenieros están especialmente capacitados para analizar problemas complejos y encontrar soluciones posibles haciendo uso de los descubrimientos científicos y avances tecnológicos. Su entrenamiento les capacita para el esfuerzo. En su mayoría llevan grabado en el ADN esa ‘cultura del esfuerzo’ que proclama este año en sus camisetas nuestro Valencia Basket.

Preocupa el aislamiento de los ingenieros porque les aleja de nuestras empresas y la sociedad: perdemos todos sus valores.

La brecha entre humanistas y científicos viene siendo estudiada desde hace décadas. Sáez Vacas analiza en profundidad este fenómeno en su reciente libro sobre ‘Cultura y tecnología’ y apunta a la existencia de dos continentes separados en el que ambas partes no están interesadas en acercarse entre si.

En algunos países la distancia no es tan grave. Alemania por ejemplo es un vergel de ingenieros, que además atrae los de otros países incluido el nuestro. En Japón, China, Korea, Taiwan muchos ingenieros están al frente de ministerios y de grandes empresas. Aquí son la excepción.

Brindo a los analistas políticos un interesante ejercicio ¿cuántos ingenieros, científicos y tecnólogos hay en los puestos de salida para las próximas elecciones del 20N? ¿y cuántos alcaldes, concejales, consellers, diputados provinciales y autonómicos? Alguno hay, afortunadamente. Queremos más.

Nuestra sociedad está decaída, la economía agonizante, el empleo por los suelos.
Si solo conocemos de leyes, o de marketing o de finanzas, las oportunidades y las soluciones que encontremos se quedarán cojas, faltas de cultura.

Sin pretender llegar a un monopolio para la tecnología, si que propugno una buena inyección de ingeniería revitalizante.

La próxima semana dos ingenieros recibirán el premio Rey Jaime I: uno en economía y otro como emprendedor. Los otros premiados son todos prestigiosos científicos: bien está.

Ingenieros, tecnólogos, científicos: despertad, comunicad vuestros conocimientos, perseverad en vuestra forma de trabajar.

Humanistas, comunicadores, legisladores: escuchad, aprovechad, inspiraos, ilusionad a los tecnólogos e ingenieros.

Porque la ingeniería es cultura y nuestra sociedad necesita cultura de ingeniería.

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Artículo publicado en Las Provincias el domingo 16 de octubre de 2011

Ingeniería es cultura

http://www.lasprovincias.es/20111016/opinion/ingenieria-cultura-20111016.html

La ingeniería como valor social

«Soluciones posibles para problemas reales.» Con esta sintética frase el profesor Rogelio Segovia definía la ingeniería en los años 60. Hay otras muchas definiciones que hablan de tecnología, de ingenio y de innovación. 

ilustración de Jesús Ferrero. "La Ingeniería"

ilustración de Jesús Ferrero. "La Ingeniería"

A los ingenieros nos gusta resolver problemas. Buscar las soluciones que mejor se adapten a las necesidades que se presenten. Soluciones óptimas desde el punto de vista económico y social.

Yo percibo que la ingeniería está poco presente en la sociedad. Qué duda cabe de que otras profesiones tienen mayor trascendencia: la medicina, la arquitectura, la enseñanza, el periodismo, la política. Pero yo hoy abogo, desde estas líneas, por una mayor imbricación de la ingeniería en la sociedad.

No cabe duda de que la ingeniería tiene un cierto valor social reconocido. Muchas actividades usan este término para indicar ciertos valores. Antiguas licenciaturas o peritajes han ido adoptando el término ingeniería a lo largo de los últimos años. Esto es bueno. Otras actividades que lo usan, como son la «ingeniería financiera», la «ingeniería de marketing» o la «ingeniería contable», creo que desvirtúan o incluso ensombrecen el concepto.

En general se reconoce que las cosas que hacen los ingenieros están bien hechas, funcionan, resisten, son útiles. A veces incluso son hasta bonitas. Pero la ingeniería también nos trae connotaciones de lejanía, de lenguaje incomprensible, de frialdad, de visiones «cuadriculadas». A menudo los ingenieros no nos explicamos con suficiente claridad.

Me gustaría resaltar una característica fundamental que ha de tener un ingeniero: ha de ser ‘creativo’. Encontrar soluciones ‘sencillas’ a problemas complejos requiere mucha creatividad. Requiere usar ambos hemisferios del cerebro: el izquierdo que analiza y organiza y el hemisferio derecho que siente y sintetiza. La ingeniería usa fundamentalmente el análisis, el razonamiento ordenado.

Muchas ramas de la ingeniería tienen un impacto social indudable. Pensemos en las vías de transporte, en los coches, en la energía, en los barcos y los aviones. O las tecnologías que usamos para aprovechar la naturaleza a la vez que la conservamos. Pensemos también en las soluciones para procesar y compartir la comunicación superando las barreras del tiempo y el espacio.

Hemos tenido ilustres ingenieros en nuestra historia que han desempeñado un papel relevante: José Echegaray, Sagasta, son ejemplos en España. O los valencianos Juan Navarro Reverter, Fernando Abril Martorell y Jaime Caruana. Y también el muy querido José Ramón García Antón, recientemente fallecido.

Algunos pensadores como el emérito profesor Fernando Sáez Vacas hablan del Nuevo Entorno Tecnosocial (NET) que ha aparecido con el advenimiento de la Red Universal Digital (RUD) y el impacto de las Tecnologías para la Vida Cotidiana (TVIC). Constata Sáez Vacas que «a través de generaciones y generaciones aquí se han marginado casi siempre de los dominios de la cultura a la ciencia y la técnica, considerándolas como ‘artes’ utilitarias y esta situación se mantiene, apenas camuflada, entre la mayoría de nuestras clases dirigentes y otros referentes sociales». Y afirma también que «quienes usan la infotecnología, la RUD o alguna porción de ella (TVIC) van entrando en una esfera nueva y muy compleja, donde las nociones de tiempo, espacio, identidad, poder operativo, sentido de la acción, comunicación, inteligencia, concepto de realidad, relaciones sociales, privacidad, relaciones con el mundo material, movilidad, el concepto de yo, estructuras organizativas, educación, etc., son diferentes o muy diferentes».

Quizá estos son conceptos muy densos para un contexto de un artículo periodístico. Pero no quiero dejar de apuntar aquí la propuesta que defiende Sáez Vacas de un nuevo tipo de ingeniero, fuertemente orientado a la tecnocultura, un ingeniero sociotécnico. «Los problemas que un ingeniero actual tiene que afrontar, debido a la complejidad creciente del entorno, son, o pueden ser, al mismo tiempo o separadamente, de índole técnica, politécnica y sociotécnica, y estos últimos se caracterizan porque a las dimensiones técnicas propias de las categorías anteriores se suman (no linealmente) las múltiples y más complejas de factores humanos y sociales, que requieren ‘ingenieros híbridos’.»

Lo que está muy claro es que si nuestra sociedad tiene problemas, de cualquier índole, la ingeniería puede encontrar soluciones. Aplicando los conocimientos tecnológicos y también aplicando el «método ingenieril», que está desarrollado con el objetivo fundamental de resolver problemas. Se nos mira a veces como la antítesis del artista, pero en mi opinión debemos promover el «arte de la ingeniería».

Me emociona el episodio del ‘Apolo XIII’, tan bien reflejado en la película protagonizada por Tom Hanks, en el que desde la base de Houston tienen que diseñar un adaptador de los filtros de CO2 para que los del módulo lunar sirvan en el módulo de mando. En unas pocas horas tenían que diseñar una solución, asumiendo las escasas herramientas disponibles a bordo, y elaborar unas instrucciones que transmitir a los astronautas. Aquellos ingenieros lo lograron, porque además tenían un ingeniero líder que marcó el objetivo: no los vamos a perder, «failure is not an option».

La creatividad del ingeniero se canaliza a través de un «sentido común estructurado», acertada expresión acuñada por un notable ingeniero naval de Valencia. La ingeniería enriquece a la sociedad en las empresas, en las entidades públicas, en las asociaciones y clubs, en los espectáculos, en las organizaciones y en las ONG. Existe, naturalmente, la Ingeniería sin Fronteras (www.isf.es).

La ingeniería es más necesaria que nunca. La complejidad del mundo global necesita mentes analíticas y estructuradas. Personas esforzadas a las que no les asustan los retos difíciles, que se emocionan con la búsqueda de soluciones creativas y que resuelven con elegancia los problemas. En ello estamos.

La ingeniería como valor social
artículo de opinión publicado en Las Provincias el domingo 20 de septiembre de 2009
http://www.lasprovincias.es/valencia/20090920/opinion/ingenieria-como-valor-social-20090920.html