Cuando muchas personas escuchan o leen términos tan “modernos” como “Empresa 4.0”, en seguida desconectan y se pasan a otra cosa. NO LO HAGA, querido lector, siga leyendo hasta el final. Prometo no defraudarle.
La vida real es la que merece la pena. El contacto cara a cara, los sentimientos y las emociones que se transmiten con los cinco sentidos, con el lenguaje no verbal, son algo imposible de emular, ni con la mejor tecnología del mundo.
Nuestros trabajos y nuestras empresas están llenas de personas, afortunadamente. Por muchos anuncios que haya sobre la llegada de la robotización masiva o de la inteligencia artificial con una potencia imbatible, las empresas no pueden existir sin las personas. Personas buenas, personas inteligentes, desde luego, pero esa es otra historia.
El mundo presencial, las cartas en papel, las llamadas telefónicas, los apretones de manos, los abrazos, los gritos, las palmadas en la espalda. Todo eso es el mundo 1.0.
En un mundo exclusivo 1.0 el dominio de la información y la jerarquía son imprescindibles. Los jefes con sus empleados y los vendedores con sus clientes dominan en ese escenario toda la información y su flujo de comunicación. Pero todo eso cambió con la aparición de las webs en Internet. De repente “el mundo se hizo plano” (Thomas Friedman, 2005) y la información ya estaba al alcance de todos. Había nacido el mundo 2.0.
La vida en las empresas sometidas al escenario 2.0 se hizo más transparente. Todos tuvimos que cambiar y comprender que el poder ya no estaba en controlar la información de los asuntos concretos. Los vendedores fueron confrontados por sus clientes porque estos ya conocían los productos de la competencia que eran iguales o mejores que los de la empresa. La respuesta comercial 2.0 fue el generar el concepto de que nosotros “no vendemos sólo productos sueltos, vendemos soluciones, creamos entornos y plataformas que ayudan a los clientes a avanzar hacia el futuro”. Algo de cierto hay en ese nuevo paradigma. Del mismo modo que los médicos no se dedican a seleccionar un fármaco para una enfermedad, sino que se ocupan de la salud del paciente, caso a caso, de ese mismo modo las empresas vendedoras crean productos y servicios que o bien “curan” (solucionan problemas) o “vitaminan” (para fortalecer el rendimiento de sus clientes).
Llegamos al mundo 3.0
Pero ese universo 2.0 que trajo la información disponible para todos de una forma casi ilimitada y transparente, se encontró con la oportunidad y la capacidad de los que antes eran únicamente lectores-usuarios, para aportar sus puntos de vista. Los usuarios y clientes ahora intervienen creando contenidos, publicando opiniones y nuevas ideas en blogs y compartiendo todo en Redes Sociales (Facebook, Twitter, LinkedIn, Youtube) o en sistemas de mensajería directa (Whatsapp, Telegram, Skype).
La conversación digital se convierte en multidireccional y los contenidos se multiplican hasta el punto de que nadie puede leerlo todo y menos aún controlarlo. Hay un desbordamiento de información, una saturación de contenidos, Algunos de los canales de comunicación dejan de funcionar porque ya no se escuchan o pierden credibilidad y relevancia y los líderes empresariales o los vendedores veteranos sienten que pierden la conexión con sus subordinados o con sus clientes: la comunicación no llega.
La solución entonces para gerentes y vendedores es entrar a formar parte de la conversación, participar con artículos propios o compartiendo aquellos textos e informes que su experiencia y veteranía les permite distinguir como valiosos entre la maraña de la información infinita en las redes.
Los verdaderos líderes recuperan así su misión compartiendo y guiando, más que controlando e imponiendo. El mundo 3.0 es en el que ahora estamos y nos parece de lo más natural e insuperable.
Llega el mundo 4.0
Pero cuando estábamos tan tranquilitos habiendo conseguido entender las dinámicas de las redes sociales, resulta que comenzamos a escuchar sobre tecnologías que nos vuelven a sembrar desasosiego. Por ejemplo el Big data, la inteligencia artificial, realidad virtual, Internet de las cosas, realidad aumentada (sí, la que usa Pokemon Go), fabricación aditiva 3D, computación cognitiva, exoesqueletos robóticos, drones y neurotecnología, son algunos de los términos emergentes más habituales.
Los humanos se convierten en superhombres apoyados en estas tecnologías. Los datos disponibles se multiplican por miles. Las capacidades enormes de almacenamiento, de cálculo, de análisis con lógica difusa y de comunicación casi telepática, combinadas entre sí y en tiempo real, crean un nuevo mundo en empresas y sociedades.
Podría venir, teóricamente, un operario chino o vietnamita a nuestro entorno español más singular y avanzado en cualquier materia y, mediante traducción oral inteligencia artificial y prótesis robóticas, aparecer entre nosotros como un sabio experto, súper poderoso y hasta empático, pues sería capaz de conocer nuestros nombres y preferencias y ofrecernos servicios justo para nosotros.
Esa circunstancia teórica se está convirtiendo en posible, o incluso probable, en un tiempo cercano. No es cuestión de asustar al lector en víspera del día de Santiago. Pero sí de avisar que esta vez la intervención del santo no va a ser suficiente para salvarnos de la amenaza exterior.
De nuevo las personas, nosotros mismos querido lector, seremos capaces de superar los miedos, volver a aprender a transitar este nuevo mundo 4.0 y superar a la máquina, usando a nuestro favor sus capacidades. Sin dormirse, sin esperar a que pase la moda, porque no va a pasar, lo podremos lograr con esfuerzo inteligente. Feliz verano.
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Artículo publicado en Las Provincias el domingo 24 de julio de 2016